El lobo podrá, tal vez, ser erradicado de su ambiente natural por el hombre, pero a éste le resultará mucho más difícil desterrarlo del mundo de la imaginación.
(R. Grande del Brío)
El carácter maligno del lobo ha predominado, sobre sus cualidades positivas: protagonista de un amplio folklore terrorífico, de cuentos infantiles que personalizan el mal, el enemigo público número uno de las aldeas, el estigmatizado por la crueldad y la perfidia.
El lobo ha cobrado especial importancia en las leyendas populares con una presencia siniestra y frecuentemente invisible, siempre al acecho de las hogueras de los campamentos del primer hombre. Pero es a partir del Período Neolítico cuando en todo el hemisferio occidental este cánido juega un papel importante en las concepciones religiosas de todos los pueblos primitivos. Para muchos de ellos este animal representaba el espíritu maligno de los muertos que amenazaban a los vivos, una sombra de los infiernos.
Mientras que para los seres humanos el león ha sido el símbolo del valor, al lobo se le ha tildado de cruel durante siglos. Todo lo abominable, como la sed de sangre, la traición, la cobardía, se ha atribuido a este cánido salvaje por la mente popular.
Hoy en día perviven en la tradición oral multitud de leyendas y creencias que asignan al lobo ciertas funciones atípicas y que no son naturalmente propias. Se realizará una reflexión sobre las mismas y se intentará desvelar muchas de las concepciones establecidas en torno al lobo que han persistido hasta el presente.
PARADIGMA DEL REINO ANIMAL
En numerosas creencias de los indios norteamericanos se pone de relieve el carácter totémico del lobo, es un símbolo de tradición y dignidad, que infundía fuerza y sabiduría a los chamanes. Para otros grupos humanos que viven cerca del lobo, como los Inuits, este animal es un "hermano" cuyos métodos de caza intentan imitar. El depredador es una criatura respetada, un ejemplo, hasta un ser enviado por un dios para enseñar a cazar. Así en todas las sociedades de cazadores y agricultores primitivos, el lobo es un hermano.
Esta actitud cambió cuando el hombre se hizo ganadero y creó un mito alrededor del lobo. Era el ser maligno que aprovechando la noche, daba muerte a sus indefensas ovejas. Esta enemistad radical es posible que haya comenzado a arraigar en la mente de los pueblos, en una fase de vida semipastoril, por la importancia que en ella tiene el cuidado del ganado, aun tratándose de una población predominantemente agrícola.
Los romanos veían a los lobos como símbolo del amor y sacrificio maternos. También la aparición de un lobo en la batalla se consideraba señal de una futura victoria, ya que al lobo se le relaciona con Marte, dios de la guerra. En cambio, los espartanos, antes de la batalla de Leuktra temieron la derrota cuando unos lobos irrumpieron en sus rebaños.
Entre los pieles rojas de la época de los pioneros del oeste americano era común que los más audaces guerreros y los mejores cazadores llevaran el nombre de este carnívoro. Lobo-Rojo, Lobo-gris y otras denominaciones dejan patente la admiración que el hombre primitivo sentía por la resistencia, la fuerza, la inteligencia y la bravura del lobo. Para los griegos el lobo encarnaba el valor y la fuerza. En la Iliada, (Rap. IV), al describir el combate entre teúcros y aqueos, dice Homero: "Como lobos se acometían y unos a otros se mataban...".
Para el hombre primitivo los animales no sólo le proporcionaban su propia subsistencia, también con su ingestión adquirían las virtudes del propio animal: unas veces su velocidad y agilidad, otras su fuerza. Así una leyenda norsa, cuenta que Ingiald, hijo del rey Aumund, era tímido en su juventud, pero después de comerse el corazón de un lobo se volvió muy intrépido.
Durante siglos el lobo gris vagó por los boscosos montes de Norteamérica como una poderosa presencia en el mundo de los espíritus de los indios Buclands quienes creían que podían transformarse a veces en hombre y a veces en cuerpo.
Ningún indio cheroqui se arriesgará a matar a un lobo, si tiene algún medio de evitarlo; pues cree que la parentela de la fiera muerta seguramente vengará su muerte y que el arma con la que le mató quedará absolutamente inútil para siempre, a menos que sea purificada y exorcizada por un curandero. Congruente con la idea de que el que mata un animal se expone a la venganza sangrienta de uno de los suyos, el cazador primitivo hace regla respetar la vida de los animales fieros y peligrosos.
Bóckier (1688) destaca que el lobo posee varias virtudes como la vigilancia y la precaución, por lo cual se ha adoptado el nombre y la figura de este animal en los escudos. También se hallan representadas en los estandartes romanos y dacios. Siglos más tarde, durante el período fascista, no fue casualidad que Hitler eligiera al lobo como símbolo de la astucia, la fuerza y el poder. Hitler tenía su guarida del lobo en Prusia y sus "escuadrones de lobos". No le faltaba razón pues el lobo dentro de la manada se subordina sin vacilar a un poderoso líder por el supuesto bien de todos.
A finales del siglo XVII, el excéntrico Luis XIV, tuvo una idea pintoresca. Para aniquilar a la nación inglesa, lo único necesario era desembarcar en aquel país un ejército de 10.000 lobos. Como sólo uno de estos animales es capaz de devorar a un hombre en dos días, en un año habrían acabado con los 700.000 habitantes que por esa época poblablan las islas.
SIMBOLISMO DEL LOBO EN EL ARTE Y LA LITERATURA
En la iconografía europea de la Edad Media, es frecuente ver a los brujos presentarse a los aquelarres disfrazados de lobo, mientras que las brujas, llevan ligas de piel de lobo. En nuestro país sirve de montura a las brujas, frecuentemente con la cabeza girada hacia la cola. La creencia en los licántropos está atestiguada desde la antigüedad. Así de Grecia proviene la más antigua leyenda, según la cual el rey arcadio Licaón para saber si los invitados que tenía en su palacio eran realmente dioses, tal como ellos aseguraban, mató a su propio hijo y mezcló su carne con la de carnero preparado para el banquete. Así fue servida a los huéspedes y Zeus, que descubrió el horroroso crimen, metamorfoseó a su autor. El término licantropía hace alusión a la transformación de seres humanos en lobos. Es propia de sociedades guerreras y responde originariamente a ritos de iniciación.
Heródoto y Plinio refieren que los pertenecientes a la tribu escítica de los neroi se convertían una vez al año en lobos, para volver a recobrar la figura humana. Es probable que tras esta idea subyazca el recuerdo de un tótem de la tribu en figura de lobo. También Gengis Khan se jactaba de descender de un lobo escogido de color gris azulado engendrado por el alto cielo.
Aunque Plinio desacreditara la licantropía, durante la Edad Media se siguió creyendo en ella, pero no comenzó a rechazarse de forma general hasta el siglo XVIII. En las aldeas de la sierra de La Culebra (Zamora), las abuelas todavía cuentan con la boca llena de miedo, frente a la chimenea, la historia del séptimo varón de una familia de campesinos que se vio afectada por la licantropía y atacaba por igual a personas y bestias. También en un cortijo de Cazorla llamado "los locos" decían que sus moradores tenían un libro mágico que leían al revés y se convertían en lobos. La leyenda en torno a ellos, ha sido fruto del aislamiento y tradicional rechazo social al que estuvieron sometidos los descendientes de una familia morisca.
La tradición del hombre-lobo viene recogida a través de un personaje mitológico denominado guizotso. Una leyenda vizcaína relata que fue visto en un paraje donde vivía una mujer y cierto día vieron cómo la bestia salvaje se lanzaba contra dicha mujer. Aunque le advirtieron de su presencia, habiéndose retrasado en su huida hacia su casa, alcanzó a su víctima y le arrancó los pechos.
Son muchas las historias de hombres-lobos que se cuentan como ciertas, reales y verdaderas en casi todas las comarcas de Galicia. El lobishome es el hombre que por una causa más o menos preternatural o mágica, se convierte en lobo y vive como tal durante un tiempo, se caracteriza por su ensañamiento y crueldad, especialmente con los seres de la especie humana.
La doble condición del hombre lobo ha sido muy a menudo utilizada para poner de relieve la doble naturaleza que está en cada uno de nosotros, el comportamiento humano y el bestial, éste último oculto por la cultura: por una parte el hombre, que representa un mundo de sentimientos, de razón y de cultura; por otra, el lobo, un mundo de instintos salvajes que carece de cualquier barrera cultural e ideológica.
El hombre prehistórico no ha sido pródigo en las representaciones del lobo en el arte rupestre. Frente a la abundancia de figuras de otros mamíferos, el lobo es una especie rara y sólo aparece entremezclada con otras especies.
Son muy frecuentes las representaciones de lobos dentro del mundo ibérico en la decoración pictórica de las cerámicas, en la escultura, en los relieves, en la orfebrería y en la numismática. Se da incluso en los escudos y en los pectorales de las armaduras de los dioses y guerreros. Una de las representaciones más expresivas de lobo es el busto del guerrero de la Alcudia (Fig. 1). Aquí este animal tiene un valor totémico y relaciona la idea de la muerte con la inmortalidad del héroe dispuesto a entrar en combate. El lobo es una imagen, un motivo, una criatura dotada de valores apotropáicos e íntimamente relacionada con la muerte.
En una página miniada de la Divina Comedia que forma parte de un manuscrito del siglo XIV, la loba simboliza la codicia y la ambición de poder, representa el apetito desmedido y sin límites que todo lo destruye, y provoca en el hombre tal pavor, que le hace retroceder de nuevo a la oscuridad del abismo, a la eterna noche del bosque del error, del que ingenuamente creía haberse salvado. Aquí la loba adquiere el carácter de una bestia apocalíptica.
Una xilografía alemana de 1492 relaciona al hombre, en sus distintos estados vitales, con ciertas especies animales y el lobo se corresponde con el hombre de sesenta años de cabellos sanos. En el último período de su vida, Tiziano pinta "La alegoría de la prudencia", donde aparecen tres cabezas de animales y tres de hombres que simbolizan los tres momentos sucesivos del Tiempo, representados a través de las tres edades del hombre y que se ponen en relación con la memoria, la inteligencia y la providencia encarnadas por el lobo que devora el pasado, el león que conoce el presente y el perro que vigila el futuro.
Relatos legendarios acerca de niños abandonados o perdidos, que fueron criados por lobos se conocen tanto en el folklore europeo como en la India, quizá inspirados en la leyenda de Rómulo y Remo amamantados por una loba. Una leyenda eslava relata el amamantamiento de los gemelos Walifora; en Alemania, la leyenda habla de Wolfdieterich, héroe alimentado por una loba. Un cuento ruso refiere la historia de Iván Karolievic, el niño que sobrevive amamantado por una loba. Este animal era su propia madre, transformada a causa de las hechicerías de una bruja.
Modernamente Kipling en su Libro de la selva describe las peripecias de Mogwli, el niño hindú amamantado por una loba, con su peculiar gracia e ingenuidad, que posteriormente se populariza en el cine. Los indios quieren ver en estas narraciones niños abandonados en la jungla, que fueron adoptados por lobos, bondad y altruismo al amamantar hijos de su peor enemigo (fig 12). En distintos pueblos la loba ha desempeñado el papel de nodriza a lo largo de la historia de la humanidad.
En todas las civilizaciones, la loba es un símbolo de la fecundidad. En Anatolia las mujeres estériles invocan al lobo para tener descendencia y los pastores nómadas como los yakutos de Siberia aprecian los bezoares de dicho animal por el poder que otorga a las mujeres para quedar embarazadas.
Cuenta Plutarco que durante las fiestas lupercales, celebradas el 15 de enero en la falda del monte Palatino, dos jóvenes muchachos completamente desnudos se precipitan por toda la ciudad persiguiendo a las mujeres y golpeándolas con tiras de piel de lobo y de macho cabrío.
El lobo participa también en la fundación de una ciudad. Un oráculo griego había predicho a Athamas, rey de Beocia, que establecería su nueva capital allí donde unos lobos le darían de comer.
De todos los animales antropófagos de los cuentos es, sin duda, el principal protagonista. Durante milenios ha constituido un peligro real para los niños que se aventuraban solos en el bosque.
Cuentos infantiles célebres como el de los tres cerditos y Caperucita Roja encuentran su origen en los relatos más antiguos, compuestos para asustar a los niños con el fin de ponerlos en guardia contra lobos reales.
El lobo de Caperucita Roja de Perrault queda impune después de haber devorado a la heroína y a la abuela (Fig. 3). En las versiones de este mismo cuento de los hermanos Grimm el lobo es por el contrario castigado. Un cazador le raja el vientre de donde salen indemnes la heroína y la abuela.
Especialistas en mitos indoeuropeos han creído reconocer en este lobo, el demonio volador de ambrosía de la leyenda del dios Thor. La tarta y el tarro de mantequilla evocan el alimento de la inmortalidad. Según E. Fromm, Caperucita roja simboliza la pubertad, la menstruación y el descubrimiento de la sexualidad. El acto sexual es presentado como el acto canibalesco por el cual el macho devora a la hembra. Este relato hace surgir el conflicto entre los dos sexos, pues se dice de una joven que ha hecho el amor con un hombre que "ha visto el lobo". Queda por saber ¿si la historia de este lobo ha sido inventada por un hombre, como la mayor parte de los mitos o por una misteriosa cuentista?
En el Physiologus, el lobo es un animal astuto y maligno que en su encuentro con el hombre se finge inválido para después atacarle. También aparece recogido este simbolismo en las fábulas del lobo que predica a las ovejas y del lobo y la grulla. La expresión "el lobo con piel de oveja" hace referencia a las personas astutas y tramposas que al encontrarse con las personas buenas, fingen como si llevase una vida inocente y sin malas intenciones, pero su corazón está lleno de amargura y astucia. Salvo casos aislados, de dudosa tradición en su mayor parte, el lobo suele aparecer en el repertorio de cuentos populares castellanos, por lo común en compañía del zorro, es el tonto, el inocente, el bobalicón, que siempre resulta engañado por su astuto compañero, quien se complace en ponerlo en ridículo. Esta idea aparece ya expresada por Esopo, Fedro y otros fabulistas modernos. En la Biblia, en las fábulas y refranes son frecuentes las citas en que las artes empleadas por el lobo para devorar a las ovejas son consideradas como símbolo del engaño. Los fabulistas clásicos ponen en evidencia la naturaleza falsa y mentirosa del lobo para conseguir su presa como la conocida fábula agonal de Esopo titulada "El lobo y el cordero". De las mismas fuentes se sirvieron los emblemistas del siglo XVI para condenar la gula, pues en los Emblemas moralizantes de Hernando de Soto, presenta a dos lobos quienes, disputando sobre un corderillo muerto, no prestan atención a la zorra que disimuladamente se lo apropia.
El temor al lobo es universal, asociado a la profundidad de las cavernas y al espesor de los bosques, carnicero fúnebre en el mundo celta, aparecía en el caso de los Galos sentado sobre su cuarto trasero y devorando un muerto.
En los Abruzzos (Italia) cuentan los pastores una leyenda, según la cual los lobos en esta zona son especialmente grandes, con enormes estómagos y rasgos salvajes; su carne es de color verde y sus ojos brillan en la noche más que cualquier estrella del cielo.
Una vieja creencia, según la cual si un hombre encuentra a un lobo en su camino, ha de despojarse de sus ropas, golpear el suelo con los pies y batir dos piedras, a fin de recuperar el ánimo y la voz perdida y espantar a la fiera, es recogido en varias obras y está presente en los Comentarios al Apocalipsis de Beato de Liébana.
El terror del hombre hacia el lobo está genéticamente grabado en la memoria colectiva de la especie. Desde los más antiguos tiempos se considera que el inquietante brillo de sus ojos provoca el "mal de ojo". El marqués de Villena señalaba en su Tratado de aojamiento que puede servir de ejemplo la vista infecta lobuna, que viendo primero al hombre le hace perder la voz. Esto hace sin duda por lo venenoso de su vista, y aún hoy son incontables los casos de personas que sin haber visto a la fiera, simplemente con presentir su cercanía, cuentan cómo se les ha erizado el pelo.
La expresión atribuida a personas marginadas de "lobo solitario", quizás tenga su fundamento en la descripción recogida sobre este animal en el Libro de las utilidades de los animales: "Es característico suyo el ir solo y no ser sociable" aunque tiene poco que ver con la realidad, pues la manada de lobos que vagan por los bosques nórdicos es una sociedad cerrada y exclusiva, cuyos miembros se guardan fidelidad hasta la muerte. Sin embargo, el dicho "meterse en la boca del lobo" tiene su base en la práctica coordinada de la manada de lobos de cazar conejos apostándose varios individuos a la entrada de la conejera y los demás baten el campo para obligar a los conejos a refugiarse en su madriguera.
Desde hace más de una década las observaciones realizadas sobre manadas de lobos dan al traste con la célebre sentencia del filósofo Hobbes: "El hombre es un lobo para otro hombre", presentando a este cánido como símbolo de egoísmo y cuando nos referimos a la comunidad humana cada uno de sus miembros busca la destrucción de los demás en beneficio propio. Sin embargo, los lobos forman una comunidad mantenida por estrechos vínculos de amistad y de colaboración para hacer frente a las condiciones más hostiles.
Un proverbio chino dice que el lobo y el pei se unen en la maldad. En cierta ocasión, el lobo y el pei fueron juntos a robar un cordero y por la colaboración entre ambos lograron agarrar un cordero por encima de la cerca. Esta expresión se usa para describir a las personas que se ponen de acuerdo para propósitos ilícitos.
El lobo ha encontrado un amplio eco en el refranero popular enseñándonos sus costumbres biológicas, como la astucia, su instintiva necesidad de caza y sus costumbres depredadoras. Sirvan de ejemplo los siguientes: "La casa del lobo, donde le toma la noche"; "Muda el lobo la lana, más no la maña"; "El lobo no come carne que muere, sino la que por su pie hubiere"; "Cuando el lobo va a hurtar, lejos de su casa va a cazar".
Ningún otro carnívoro ha logrado ser el origen de leyendas, cuentos, refranes populares y hasta románticas novelas alimentando la fantasía de los niños.
MALDICIÓN Y SACRALIZACION DEL LOBO
El lobo ha gozado de una reputación contradictoria, con una visión negativa, presentando un significado sanguinario, destructor, perverso y demoníaco y otra positiva como justiciero y poseedor de numerosas virtudes mágicas. Tal vez, porque en el viejo continente no se conserva ningún carnívoro que amenaza la vida humana, ésta sea la razón de su ambivalencia interpretativa.
En las tradiciones de los pueblos europeos, el lobo es la representación de la gran bestia, enemiga acérrima del genero humano, voraz, rápida, astuta y difícil de vencer. Por estas consideraciones los pastores de rebaños y manadas de ganado de los primeros habitantes de los poblados prehistóricos tuvieron que defenderse contra él.
En el Antiguo Testamento los profetas calificaban al lobo de criatura abominable y sanguinaria. Ello es comprensible, pues habían nacido en el seno de pueblos agricultores y pastores. En Ezequiel 22, 27 los enemigos sanguinarios y malvados son comparados con este animal: "Los jefes de la ciudad son como lobos ávidos de presa; derraman sangre y matan a las personas para amasar más y más dinero" y en Sofonías, 3, 3: "Sus jefes son como leones rugientes; sus jueces como lobos nocturnos que no dejan nada para la mañana". En el Génesis 49, 27 Jacob anuncia a Benjamín el carácter guerrero y feroz que tendrá su tribu: "Benjamín es lobo rapaz que a la mañana devora la presa y a la tarde divide los despojos".
Según la tradición iniciada por los Evangelios, los lobos son falsos profetas (Mt. 7, 15), enemigos del rebaño del buen pastor (Juan 10, 12) y se les considera herejes como San Euquerio, obispo de Lyon, quien señala explícitamente: "Lupus diabolus vel haereticus".
La mala imagen del lobo tuvo su origen en la Edad Media, cuando las presas comunes de lobos y hombres fueron reclamadas exclusivamente por el cazador bípedo. De esta manera al lobo no le quedó más remedio que alimentarse con los animales domesticados de los campesinos. ¡Que vienen los lobos! Fue a partir de entonces uno de los más comunes gritos de alarma. Los hombres inventaron toda clase de trampas y se creó una nueva categoría profesional: los luparius, cazadores de lobos, que a su vez criaban grandes perros para echárselos a su padre ancestral. Carlomagno llegó al extremo de exigirles a sus caballeros no sólo la lucha contra los sajones sino también contra los lobos salvajes.
En la Europa medieval, los lobos eran asociados con las brujas y la peste negra, perseguidos hasta casi la extinción e incluso quemados en la hoguera. También se instaura con todo su simbolismo de animal diabólico y es tomado por los maestros canteros de las iglesias y catedrales románicas como modelo para reproducir imágenes y escenas en el marco de la alegoría. Con frecuencia, las fauces del lobo han simbolizado la entrada en el reino de las sombras o como conductor hasta el mismo de las almas de los difuntos. Para los antiguos etruscos, el dios de la muerte tiene orejas de lobo y Osiris resucita en forma de lobo para ayudar a su mujer e hijo a vencer a su malvado hermano.
En Roma se presenta asociado a Marte como símbolo de destrucción y muerte; también se le identifica con Apolo, que aparece como un cósmico devorador de astros. Esta creencia reaparece tanto en Asia septentrional, donde los Yakutos explican las fases lunares recurriendo a la voracidad del lobo, como en las aldeas francesas donde se dice que el lobo aulla a la luna.
Los hindúes relacionan este animal carnicero, devorador insaciable, con el pecado, mientras que su hembra simboliza el deseo sexual. En su iconografía se ve como animal de mal augurio y se atribuye a las divinidades en su aspecto siniestro.
El lobo alcanza en la mitología nórdica la máxima expresión de ferocidad. Engendrado por Loki, dios de los infiernos, el lobo Fenrir es calificado de bestia sanguinaria, peligrosa incluso para los propios dioses. En la tradición germánica se ha transmitido el sentido de subversión que se atribuía al lobo, hasta el extremo de aplicarse a los individuos dentro de la sociedad, cuyo comportamiento estuviera en contra de la norma establecida.
Un grupo de leyendas presenta al lobo como justiciero, pues según Baronio, en el año 617, una manada de lobos se presentó en un monasterio y devoró a varios frailes herejes. Los lobos enviados por Dios despedazaron a los ladrones sacrílegos del ejército del Duque de Urbino que habían venido a robar el tesoro de la Casa Santa de Loreto. La cabeza de San Edmundo el mártir, rey de Inglaterra, era guardada y defendida por un lobo de las bestias salvajes. San Oddo, abad de Cluny, asaltado en un peregrinaje por unos zorros, fue liberado y escoltado por un lobo; de la misma forma en Herodotos se cuenta que los lobos servían de guías para los sacerdotes de Ceres. Un lobo habiendo devorado dos yeguas que tiraban de una carreta fue obligado por Eustorgino a dejar la carreta en su sitio y a obedecer sus órdenes. San Norberto obligó a un lobo a dejar libre a una oveja tras tenerla entre sus fauces y posteriormente a cuidar todos los días del rebaño sin tocarlo. San Francisco de Asís transforma al lobo sanguinario y feroz que tenía atemorizados a los habitantes de Gubbio en el pacífico "hermano lobo" que le acompaña en sus peregrinaciones. Este hecho lo inmortalizó Rubén Darío en su poesía. Únicamente a los santos les es otorgado el poder de convertir en piedad la ferocidad del animal mediante su dulce presencia.
Entre las virtudes mágicas del lobo, cuenta Plinio el Viejo, que entre los romanos estaba arraigada la creencia que el pelo final de la cola de los lobos poseía propiedades afrodisíacas. También era costumbre colgar del cuello de los niños un diente del lobo para evitarle los sufrimientos de la dentición. La misma creencia persistía sobre el pescuezo de un caballo proporcionándole una resistencia ilimitada.
En la provincia de Girgenti, actual Agrigento (Sicilia) se hacían zapatos con la piel del lobo para niños pues los padres tienen la creencia de que crezcan fuertes, valientes y belicosos. Todas aquellas personas que monten animales con esos zapatos son curadas de sus dolencias. En una fábula de Esopo, el zorro recomienda la piel del lobo como remedio para sanar al león enfermo.
Los genios menores, como Mormo, en la mitología griega tienen cierta relación con el lobo, con cuya presencia se amenazaba a los niños pequeños, haciéndoles creer que dicho personaje tenía poder para dejarles cojos.
Los aztecas creían que los huesos del lobo poseían propiedades mágicas y los empleaban para efectuar punciones en el pecho de los moribundos con el fin de devolverles la vida.
Frazer afirma, con carácter general, que sobre el lobo pesa el mismo tabú que para el nombre de los muertos, de los espíritus malignos o de algunos dioses. El tabú puede llegar hasta su visión. Así en la comarca leonesa de la Cabrera se cree que un pastor que haya visto al lobo debe de abstenerse de mirar a las mujeres y a los niños de corta edad, pues en caso de hacerlo le transmitirá un hechizo maligno. Esta creencia tiene su origen en que el brillo de sus ojos causa males con su mirada. Plinio señala al respecto que los ojos de la cabra y del lobo resplandecen y echan luz. Menciona la creencia de que en Italia la mirada de los lobos es dañina, y que si miran a un hombre antes de ser vistos, le quitan momentáneamente el uso de la voz. San Isidro recoge la superstición extendida entre los campesinos según la cual el hombre pierde la voz, en presencia de un lobo, si éste lo ve primero. De aquí que, cuando alguien guarda silencio repentinamente, se emplee el dicho de "el lobo del cuento". Para Fierre de Beauvais los ojos de este animal, que brillan en la noche, son las obras del Diablo, que parecen bellas y agradables a los hombres que han perdido la razón.
No sólo poseían cualidades benéficas las distintas partes del cuerpo, sino también propiedades maléficas. Así una creencia indostánica refiere que la sangre del lobo esterilizaba la tierra allí donde caía.
En las zonas del sur de Portugal y en el noroeste de la Península se creía que los amuletos de diente de lobo engarzados en una pieza de plata servían para evitar "el mal de ojo".
En el ámbito rural persiste la tradición popular según la cual mientras esté vivo el lobo, hay que preservarse de él y frente a esta criatura diabólica, nada mejor que un conjuro. Entre los más populares se recita el "Responso de San Antonio" en zonas tan diversas como Guadalajara, Madrid o León. Y no sólo se cree en su eficacia para preservar del lobo al ganado, sino que también se utiliza para adivinar el animal u objeto que se haya extraviado.
En algunos lugares de Galicia se ha conservado la creencia de que el lobo no puede devorar el brazo derecho de sus víctimas debido a que es con ese brazo con el que se hace la señal de la cruz; otros dicen que la parte derecha representa a Dios, y la parte izquierda al demonio.
Entre los indios niska, de la Columbia Británica, que están divididos en cuatro clanes principales, uno de ellos el del lobo, el novicio en su iniciación es devuelto por un tótem animal de artificio. Lo esencial del rito en estas ceremonias parece ser la muerte violenta del novicio en su carácter de hombre y su resurrección bajo la forma del lobo que será de allí en adelante su espíritu guardián.
El aspecto sacralizante de algunas manifestaciones culturales en torno a dicho cánido se produce en algunas regiones de Europa, donde se cree que los lobos devoran a los demonios malignos. La invitación que en el transcurso de un ágape se hacía al lobo y al viento cierzo, dejando un asiento libre para él, guardaba relación con los ritos de preservación de los ganados, según era tradición en las tierras de Zywiec (Polonia).
En las vecindades de Feilenhof (Prusia Oriental), cuando veían un lobo corriendo por los campos, los campesinos acostumbraban a observar si llevaba el rabo tieso o arrastrando por el suelo. Si lo llevaba arrastrando iban tras él dándole las gracias por traerles una bendición y le colocaban algún bocado sabroso delante, pero si llevaba el rabo erguido, le maldecían e intentaban matarle.
Ningún otro animal tiene un papel tan destacado en los mitos y leyendas de los pueblos septentrionales como el lobo. Su poder y astucia fueron labrando una imagen legendaria. No es extraño que con el paso del tiempo haya despertado nuestra imaginación, incluso se oculta en el fondo de la mente humana como un terror obscuro y distante.
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