miércoles, 2 de mayo de 2012

ESPECIES EXTINGUIDAS:Lobo Marsupial o Tilacino



El lobo marsupial o tilacino (nombre científico 
Thylacinus cynocephalus), también conocido 
como lobo de Tasmania, tigre de Tasmania y 
tilacín, fue un marsupial carnívoro del Holoceno. 
Era nativo de Australia y Nueva Guinea y se cree 
que se extinguió en el siglo XX. Se trataba del 
último miembro viviente de su género (Thylacinus), 
viviendo los otros miembros en tiempos prehistóricos 
a partir de principios del Mioceno. 

El Lobo Marsupial, como muchos animales de su 
subclase, era el resultado de la evolución convergente 
entre placentarios y marsupiales, los cuales en no 
pocas especies tienen sus equivalentes en ambos 
grupos: así, el lobo marsupial tenía características 
de los placentarios del orden de los carnívoros, 
concretamente de los cánidos; de ahí su similitud 
con el lobo, el perro y el coyote especialmente en lo 
concerniente a su dentadura canina. El Lobo Marsupial
 (también llamado en ocasiones Tigre Marsupial) 
medía entre 100 y 180 cm. de largo cola incluida 
(la cual medía entre 50 y 65 cm.). Medían 60 cm. de 
alto y pesaban entre 20 y 30 kg. Las hembras eran 
algo más pequeñas que los machos. El pelaje del 
lobo marsupial era muy corto, de color 
prominentemente pardo-amarillento con varias 
franjas negras en su lomo similares a las de una 
hiena o un tigre. Una de las características más 
sorprendentes de este animal era su potente mandíbula, 
inexistente en ningún mamífero actual: podía abrir 
su boca hasta los 120 grados. Inusualmente en los 
marsupiales (a parte de en las zarigüeyas), el 
macho poseía también un marsupio, en la zona escrotal.

El primer encuentro de los europeos con el Lobo 
Marsupial se produjo hacia 1642 en Tasmania, 
hábitat en el que siendo su único hogar ya era 
escaso. No obstante, hubo que esperar hasta 1808 
para que se registrase la primera descripción detallada 
del animal (durante los siglos XVII y XVIII solo se 
hicieron vagas menciones a su existencia): hay que 
decir que el descubrimiento de este animal fue 
decisivo para establecer la historia natural y las 
características de los mamíferos marsupiales.

En realidad se conoce muy poco de la vida en 
libertad y los hábitos del lobo de tasmania, ya que 
casi siempre se estudiaron sus ejemplares en 
cautividad. Al parecer vivían en bosques de eucalipto 
en Australia y ya en Tasmania tendían a los 
bosques y las zonas costeras. Se sabe que eran 
cazadores crepusculares y nocturnos de enorme 
fiereza, en cuya dieta incluían canguros, wallabies 
y wombats. Las razones de su desaparición del 
continente australiano antes de la llegada de los 
europeos se debió tal vez a la cacería por parte 
de indígenas y a otros animales carnívoros, dingos 
posiblemente. A mediados del siglo XIX, en 
Tasmania, único lugar donde vivía el mamífero, 
se denunciaron numerosos ataques de lobos 
marsupiales a los animales de los granjeros asentados 
en la isla. El lobo marsupial se convirtió desde ese 
momento en un animal proscrito: en 1830 la Van 
Diemen´s Land Company ofrecía recompensas por 
la captura de lobos de Tasmania; entre 1880 y 
1909 fue el propio gobierno regional de Tasmania 
el que ofrecía una libra por un lobo adulto y 10 
chelines por cachorro. Durante esos años fueron 
oficialmente ejecutados más de 2.000 ejemplares 
aunque es muy posible que fueran bastantes más. 
A parte de la caza indiscriminada, también contribuyó 
a la extinción del lobo marsupial la destrucción 
por parte del hombre del hábitat natural del animal, 
además de la paulatina escasez de especies de las 
que eran predadoras. Hay que señalar que muchas 
veces las denuncias de ataques de lobos marsupiales 
a gallinas, ovejas u otros animales domésticos eran 
muchas veces exageradas. 

A finales de los años 20 del siglo XX ya quedaban 
poquísimos ejemplares y el lobo marsupial se 
encontraba al borde de la extinción. Aunque 
hubo desde principios de siglo esfuerzos por 
fundar reservas, no se obtuvo éxito. En 1930 
fue abatido de un disparo el que se creía último 
lobo marsupial en libertad. No obstante, tres años 
después se descubre un último lobo marsupial 
que fue enviado al Zoo Hobart en Australia, en 
el que moriría en 1936 víctima de una negligencia 
en sus cuidados: desaparecía así el último lobo 
marsupial. Paradójicamente, algo más de un mes 
después, el Gobierno de Tasmania declaró al 
lobo marsupial como especie protegida.

Desde entonces, a pesar de que sigue habiendo 
posibles avistamientos, como por ejemplo el de 
que un ejemplar fue matado en 1961, no existe 
pruebas fehacientes que certifiquen su actual 
existencia, por lo que en 1986, transcurridos los 
50 años sin pruebas que exige la comunidad 
científica internacional, fue declarado extinto. 
Después de los múltiples estudios llevados a 
cabo por los científicos, se especuló con la 
posibilidad de clonación de un tilacino. 
Hasta entonces, se conservaban cientos de 
restos óseos conservados en formol, pero esto 
no aportaba nada, pues el formol destruye 
el ADN), pero fue en 1999 cuando un grupo 
de científicos australianos hallaron en un frasco 
tejidos de un tigre de Tasmania de 100 años, 
conservados en etanol en los fondos del Museo 
Victoria de Melbourne. Al poco tiempo, se 
consiguió la replicación de la enzima de ese 
ADN, pero por motivos desconocidos, el 
Gobierno Australiano, que había financiado 
el proyecto, dejó de hacerlo y la investigación 
se paralizó.

En mayo de 2008 se ha consiguio retomar dicha 
investigación, consiguiendo satisfactoriamente la 
recuperación del ADN de un Tigre de Tasmania. 
El proyecto consistía en insertar el gen Col2a1 en 
un feto de ratón de 2 semanas parte del material 
genético del tilacino, para así poder retomar el 
estudio de una especie que ya no existe, cómo 
funciona su biología y comprobar sus posibles usos 
farmacológicos. La investigación ha sido todo un 
exito, puesto que este ADN recuperado controla la 
generación y desarrollo de cartílagos y huesos. Así 
se demuestra que aún hay esperanza para la 
biodiversidad genética de esta especie, tal como 
explicaba la investigadora Marilyn Renfree de la 
Universidad de Melbourne.








 

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